PROSMA ARBOL CAIDO
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Hablan las leyendas y tradiciones de los pueblos sobre la aparición de santos y vírgenes dentro de los huecos de ciertos arboles que por su tamaño, morfología o emplazamiento resultan significativos.

No debería resultarnos difícil imaginar que en determinadas etapas históricas de gran convulsión (Edad Media y reconquista contra el Islam, Invasiones Napoleónicas, Guerra Civil …) los devotos ocultarían las imágenes religiosas en los lugares mas variopintos para evitar su destrucción y cabe cierta verosimilitud en que los huecos de ciertos arboles pudieran ser un lugar predilecto para tal fin.

Es rara la comarca dentro de nuestra geografía que no cuente con uno o más casos de estos icónicos árboles, asociándolos en cierta manera a conceptos de paz y espiritualidad.

Igualmente debemos recordar que el símbolo universal de la paz aun siendo una paloma porta en su pico una rama de olivo que no deja de ser un árbol.

Sin embargo, en la industria maderera cuando los arboles se mecanizan y sale a la luz lo que ocultan en su interior hay pocos vestigios que nos hablen de paz y muchos mas que nos hablan de catástrofes naturales, la hiriente huella del hombre e incluso de conflictos armados.

Normalmente estos vestigios suelen aparecer en los procesos de primera transformación como el aserrado provocando el desafilado e incluso la rotura de las herramientas de corte.

En la mayoría de los casos se tratan de cuerpos intrusos en la propia madera, sobre todo de carácter metálico y lógicamente condicionados por la actividad humana.

Es muy habitual la aparición de proyectiles de plomo relacionados con la caza, especialmente perdigones y balas antiguas de mosquetón; afortunadamente este metal no es especialmente agresivo con la herramienta de corte ni de cepillado y no genera chispa al contacto con las mismas. Además, el plomo no parece ser especialmente agresivo con el árbol vivo en contacto con la savia ya que no suelen apreciarse decoloraciones en los tramos afectados por los impactos.

El otro metal que suele aparecer incrustado en la madera, aunque este de manera menos habitual, es el hierro. Aparece en forma de clavos, especialmente en maderas de recuperación, como vigas antiguas pero tampoco es infrecuente localizar hierro en madera en rollo en forma de clavos, restos de alambradas, chapas de señalización etc..

En este caso el hierro si es tremendamente dañino para la herramienta de corte y cepillado provocando su desfilado en el mejor de los casos y ocasionalmente su rotura, además, el contacto con la herramienta suele provocar chispa, con el consiguiente peligro de incendio. Hay que reseñar que este metal resulta mucho mas agresivo con el árbol provocando decoloraciones que van de gris a negro en las zonas afectadas próximas al objeto ferruginoso.

Existe otro caso que suele traer de cabeza a los aserraderos que es el del contacto de las herramientas de corte con materiales líticos (piedra). La mayoría llegan a los centros de trabajo como consecuencia del transporte o arrastre de la madera en rollo a través de las vías y pistas forestales; aunque tampoco es infrecuente que el propio árbol en su crecimiento haya dejado cautivas piedras en su interior que se manifiestan en la hora del aserrado especialmente en la primera tronza (la mas cercana al suelo) y es más habitual en aquellas especies que por su alto valor o por la calidad de su raíz precisen de un aserrado buscando el máximo aprovechamiento incluso de la madera semienterrada.

Mención aparte añadir que muchas especies, en función de los suelos donde crecen, desarrollan en su composición molecular un alto grado de sílice que es bastante agresivo con la herramienta de corte, este factor se denomina técnicamente “grano de la madera” y como digo puede variar notablemente dentro de una misma especie en función de su procedencia.

También la procedencia condiciona otro defecto o rareza que aparece en otra madera de uso tan extendida en la industria como el Iroko; en este caso con frecuencia los arboles absorben sales minerales calcáreas de los suelos de crecimiento y estas se manifiestan a posteriori en el mecanizado, especialmente tras el secado. De esta manera hay ciertos países centroafricanos que habitualmente se consideran libres de estas acumulaciones minerales, mientras que es bastante habitual encontrarlas en maderas procedentes de otras regiones productoras con suelos de mayor concentración calcárea.

Otras evidencias que quedan al descubierto cuando se sierran o desenrollan bules de madera son las generadas por catástrofes naturales que dichos arboles tuvieron que soportar.

Sequias: Quizá es la evidencia más conocida por la gente de a pie pues incluso en las escuelas se estudia que, observando los anillos de crecimiento de los arboles se pueden diferenciar fácilmente los años de abundancia (anillos anchos) frente aquellos en los que imperaron largos periodos de sequía (anillos muy juntos).

Incendios: Siguiendo con los anillos de crecimiento estos también pueden darnos pistas sobre los incendios pasados que dejan un rastro de oscurecimiento de las maderas afectadas, no debemos olvidar que un incendio no tiene porque matar necesariamente a los arboles a los que afecta, este factor, el de la muerte o regeneración de los arboles depende de muchos factores (virulencia del incendio, proximidad de lluvias respecto a la fecha del incendio, etc) pero también depende de la variedad o especie arbórea afectada ya que la propia selección natural a adaptado a ciertas especies de arboles a regenerarse sin problemas tras la exposición a las llamas (tal es el caso del pino Canario) o incluso de convertir ciertas especies en auténticos parapetos contra el fuego como es el caso de los cipreses mediterráneos, que por su ignifugabilidad se están convirtiendo en la nueva arma contra los incendios forestales.

Fuertes Vientos: Tampoco es una rareza encontrarse con ejemplares de arboles que han sufrido la rotura parcial de su tronco y que de manera natural se han mantenido erguidos y en crecimiento quedando esta “cicatriz” oculta en su interior, estas heridas suelen manifestarse como una especie de entrelazado de astillas que ha sido rellenado por nueva madera.

Rayos: Este es quizás el efecto de catástrofes naturales que mas huella deja en el arbolado, tanto es así que rara vez que un árbol alcanzado por un rayo acaba en un aserradero ya que los síntomas de haber sufrido tal impacto suelen ser más que visibles.

Dichos impactos no tienen porque acabar con la vida del espécimen, es más, hay arboles que a lo largo e su vida reciben múltiples descargas y siguen gozando de excelente salud. Cosa distinta son los efectos que estos fenómenos tienen sobre la madera; por lo pronto suelen generar un efecto de despuntado o trasmocho, es decir, la parte más alta del árbol o punta si que suele morir tras los impactos, y también es más que habitual que los arboles queden huecos en su interior, bien por los efectos de combustiones internas o bien porque afectada la conductividad natural de la savia son mas vulnerables a los efectos de hongos e insectos.

Como curiosidad debemos añadir que en ocasiones los efectos de los rayos contra arboles no se exteriorizan hasta transcurridos varios días del impacto ya que es frecuente que se produzcan procesos de carbonización y combustión lenta, debido a la falta de oxigeno y que si bien cualquier árbol por su altura y envergadura es susceptible de sufrir un impacto existen bosques predispuestos a sufrir sus efectos, en este caso la explicación debemos buscarla en la composición de los suelos donde se asientan los bosques y especialmente su mineralización ya que los suelos especialmente ricos en minerales metálicos son un reclamo fatal para los rayos, por poner un ejemplo que me es conocido es  la localidad Riojana de Canales de la Sierra dentro de la Sierra de la Demanda podemos encontrarnos con un hayedo en que prácticamente la totalidad de sus ejemplares han sufrido impactos, el motivo es bien sencillo, bajo el subsuelo del citado bosque se extiende una potente beta mineral de Hematites (Hierro) que aún no ha sido explotada.

Plagas: A lo largo de la historia es cíclica la aparición de plagas que obligan a las plantas y arboles a << adaptarse o morir>>  no son pocas las especies arbóreas, maderables o no, que han perdido esta batalla, pasando a engrosar como mera estadística de los tratados de botánica; el caso mas sangrante para los campos y montes de nuestro país es el que afectó a los olmos que merced a una grave epidemia denominada GRAFIOSIS cansada por un hongo (OPHIOSTOMA ULMI) perdieron hasta el 90% de sus individuos en las últimas décadas del siglo XX llevándolos hasta ser declarados una especie en peligro de extinción. Se trataban de árboles icónicos tanto por su utilidad en la economía de siglos pasados como por su envergadura y longevidad (sirva de ejemplo el Olmo de Navajas en Castellón) que en 2018 recibió el premio del árbol del año en España en su 382 cumpleaños ya que queda constancia que se plantó en el año 1636. También era frecuenta en la Castilla de siglos pasados el plantar sendas hileras de Olmos en ambos márgenes de caminos y carreteras sin duda para proporcionar sombra y refugio a los transeúntes.

Afortunadamente, hoy podemos contagiarnos de cierta esperanza con respecto al futuro de esta especie tan emblemática pues existen programas para devolver a nuestro paisaje olmos resistentes a la Grafiosis que se han logrado obtener tras largas investigaciones lideradas por la Universidad Politécnica de Madrid.

Conviene también recordar que hoy en día, en un mundo totalmente globalizado y con las fronteras más permeables que nunca se ha incrementado notablemente el peligro de plagas por la presencia de especies, hongos e insectos invasores como demuestra sin ir mas lejos el brote de una nueva plaga en los bosques de pino Insignis del País Vasco denominada “banda marrón” de imprevisibles consecuencias medioambientales y económicas; conviene recordar que solo en esta comunidad Autónoma se estima que de manera directa o indirecta 20.000 personas tienen su empleo en el sector forestal o la plaga del “Nematodo de la madera del pino” que procedente de Portugal se ha extendido a las comunidades fronterizas como Galicia, Castilla-León y Extremadura y esta poniendo en jaque a las autoridades medioambientales y la propia supervivencia del entorno rural.

Para finalizar este artículo sobre curiosidades o “heridas” que aparecen tras los mecanizados debemos hablar también de aquellos que han sido provocados en la masa forestal como consecuencia de los conflictos bélicos.

Son dos las manifestaciones que solemos encontrar, los proyectiles balísticos y la metralla.

Los proyectiles o balas se distinguen de los de caza en que el cuerpo principal en si, que es de plomo, se encuentra completamente forrado por una camisa metálica de bronce. Son escasamente agresivos con la madera viva y no suelen producir decoloraciones en las zonas inmediatas afectadas por su presencia.

En cuanto a la metralla, esta se suele presentarse en esquirlas de mayor o menor tamaño y de forma completamente variables, aparecen en color marrón oscuro, casi negro y en ciertas ocasiones con el típico color ocre característico del oxido de hierro.

Resulta muy agresiva con la madera viva produciendo decoloraciones grises y negra e incluso afectando a madera relativamente distante del impacto de metralla…. además, es con diferencia el objeto mas destructivo que podemos encontrarnos contra la herramienta de corte, seguramente por la dureza de sus aleaciones.

A título personal puedo constatar que he llegado a ver un trompo helicoidal de una moldurera completamente inservible tras el encuentro con un fragmento grande de metralla y no era infrecuente que aparecería en bules de roble que se importaban a nuestras empresas en la década de los 90 (de procedencia Francesa). Se entiende que, como consecuencia de los combates de las dos guerras mundiales, pero especialmente de la primera.

También las maderas nacionales han sufrido los efectos de conflictos, especialmente el mas cercano y destructivo como fue la Guerra Civil.

Aun teniendo en cuenta que la mayoría de las grandes batallas (Jarama, Brunete, Teruel, Ebro…) se desarrollaron en terrenos desarbolados, incluso esteparios, no es menos cierto que otras ofensivas menores tuvieron como escenarios zonas montañosas y boscosas (Sierra de Corbalán, Bolsa de Bielsa, Guadarrama, Valsaín) en que sin duda parte de la vegetación y lógicamente los arboles engrosarían el listado de los daños colaterales de los combates.

Pero sin duda el territorio mas disputado y a su vez arbolado que tuvo como escenario la dureza de nuestro conflicto civil es la que abarca lo que se denominó la campaña del Norte en el que el ejército franquista fue ganando terreno, no sin una tenaz resistencia, a las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y Asturias que permanecieron fieles a la Republica. Regiones estas pobladas con importantes masas de especies maderables (pinos, hayas, robles, olmos, castaños…) y en las que sin duda aún hoy quedan importantes cantidades de ejemplares que ya formaban parte del paisaje en 1936 y quien sabe si no ocultarán en su interior vestigios de nuestra guerra, albergándolos, envolviéndose en torno a ellos, cicatrizándolos……